Hace unos años, mientras iba caminando para tomar el tren para ir a trabajar, vi a una mujer con un perro de mirada feroz que se me acercaba. Crecí rodeada de perros mascotas, así que no suelo asustarme de esos amigos peludos, pero este lucía amenazante. Cuando se acercó, me ladró. Traté de reírme, pero luego se lanzó hacia mí, así que grité. Gracias a Dios, no pudo lastimarme porque no me alcanzó. Su dueña lo sostuvo de la correa con firmeza.
Unos 700 pingüinos emperadores de solo seis meses de edad estaban amontonados en el borde de un acantilado de hielo a unos quince metros del agua helada en la zona oeste de la Antártida. Por fin, un pingüino se inclinó hacia adelante y dio «un salto de fe», zambulléndose al agua.
Hace unos años, en mi día libre durante una visita a París, tuve tiempo para recorrer sola la afamada ciudad, antes de encontrarme con una amiga para almorzar cerca de la torre Eiffel. Todo iba bien hasta que mi teléfono se quedó sin batería. No tenía mapa, así que no sabía adónde iba, pero esta chica de ciudad no entró en pánico. Solo seguí caminando hacia el río Sena y mantuve la mirada en la torre. Mi plan funcionó hasta que me acerqué al destino que, de alguna manera, desapareció detrás de los edificios circundantes.
El otro día, paré detrás de un auto en un semáforo en rojo y observé una pegatina que anunciaba: «Nuevo conductor. Por favor, tenga paciencia». Dada la agresividad al volante que experimentamos, es un buen recordatorio para tener paciencia con los demás conductores.
Durante un viaje misionero de corto plazo a Brasil, ayudamos a construir una iglesia en la selva amazónica. Sobre el cimiento, ya colocado, armamos las partes del edificio, como un juego LEGO gigante: columnas, paredes de concreto, ventanas, vigas de acero para el techo, con tejas encima. Después pintamos las paredes.
De joven, me fascinaba el patinaje artístico sobre hielo, con sus giros, saltos y poses perfectas. Después de ver patinar a muchos profesionales, por fin tuve la oportunidad de tomar una lección grupal de patinaje. Además de aprender a deslizarme y detenerme, lo más importante que enseñaron fue cómo caer y volver a levantarse enseguida. Luego aprendí más en clases privadas, pero siempre tuve que aferrarme al principio básico de cómo levantarse después de una caída.
Cuando era periodista, me encantaba contar historias de otras personas, pero me entrenaron para no dar mis opiniones. Por eso, años después de que Dios me llamara a dejar esa profesión y me guiaba a escribir un blog y hablar de Él, me ponía un poco nerviosa compartir mis sentimientos; en especial, sobre mi fe. Pero, semana tras semana, descubrí palabras y pensamientos alentadores para transmitir. Cuanto más escribía, más ideas fluían. Y lo mismo sucede hasta ahora.
Mientras estaba en un viaje misionero para evangelizar en Perú, un joven me pidió dinero. Por razones de seguridad, habían instruido a mi equipo a no dar dinero, así que, ¿cómo podía ayudarlo? Entonces, recordé la respuesta de los apóstoles Pedro y Juan al paralítico en Hechos 3. Le expliqué que no podía darle dinero, pero que sí podía compartirle la buena noticia del amor de Dios. Cuando dijo que era huérfano, le dije que Dios quería ser su Padre. Eso lo hizo llorar. Lo puse en contacto con un miembro de nuestra iglesia para ver cómo ayudarlo.
Sigo en línea a una colega escritora que escribe sobre su travesía con el cáncer, y oro por ella. Sus publicaciones alternan entre actualizaciones sobre sus desafíos físicos y pedidos de oración y pasajes de la Biblia y alabanzas a Dios. Es hermoso ver su sonrisa valiente, ya sea esperando los tratamientos en el hospital o en su casa, con un pañuelo en la cabeza porque se le cae el cabello. Ante cada desafío, nunca deja de instar a otros a confiar en Dios durante las pruebas.
Como hija de dos padres amorosos y muy trabajadores de Sur y Centroamérica, doy gracias de que tuvieron el coraje de mudarse a Estados Unidos para tener mejores oportunidades. Ya siendo adultos jóvenes, se conocieron en Nueva York, se casaron, nos tuvieron a mi hermana y a mí, y continuaron con sus respectivos negocios.